lunes, 28 de marzo de 2016

La ciudad

Por más que lo hagas arder siempre van a quedar cenizas, irreductibles, groseras, presentes y, de alguna forma, vivas allí donde las deposites. Ojalá todos olvidáramos de la misma manera.

Recojo mis bártulos por la ciudad que para ti construí de la nada y del todo, aunque hay maderas que ya son puertas y piedras que son aceras y ya no se pueden retirar. Al menos no todavía. Y no aguardo fecha.

De paja me construyo un hogar a las afueras, porque no me veo capaz de convivir en la ciudad. No con esos carteles luminosos que me ciegan.

Me matan la ganas de volver a dibujar, de pensar unos labios, de recrear una voz. Me falta campo pero se hunde la tierra a mi paso; los pies se hunden mas se fortalecen las piernas. Y el corazón. Y la razón, al mismo tiempo.

Tan perfectamente consciente de mis errores, de mis malentendidos, de mis carencias. Y a la vez tan completo inocente, que no mira la brújula y aun con la cabeza agachada sigue caminando. Hacia donde el agua corra, hacia el concierto de sirenas.

Consciente de la ecuación al fin y al cabo. Consciente de que uno es uno, de la cuna al cajón.